Café/Bar Channel.

Algunos truenos resonaron afuera del cafe y la ciudad se tiño de gris. La niela y la lluvia empezaron a caer fuertemente, conra el pavimento y sobre los alborotados transeuntes que ahora corrian como locos tratando de buscar un lugar seco, o de llegar a sus automovles y casas antes de estar muy mojados. Por las ventanas del cafe, podia verse claramente a la gente, corriendo, agunos riendo otros claramente enfadados y preocupados, especialmente la gente que vestia elegante y se dirigia a reuniones y demas.

Pero tras unos momentos, la silueta de un hombre alto, de cabellera corta pero blanca como la nieve, completamente desordenada y humeda, de tez palida y expresion calmada, se acerco a la puerta del bar por uno de los lados de la calle. Caminaba tranquilo, sin ninguna clase de proteccion contra el inclemente clima que azotaba la ciudad por esos dias, parecia incluso gustar de la lluvia y el frio. Cuando cruzo la puerta del bar, podia verse que aquel hombre era joven. No mas de 20 años, alto y esbelto, estaba vestido con unos pantalones jeans de color negro, unas botas y una camiseta del mismo color. Poseia encima una gabadina negra, larga, que le llegaba hasta un poco mas arria de los tobillos, la cual fue retirada con tranquilidad y colgada en una percha cerca de la entrada, donde ya habia varias prendas como abrigos, sombreros y demas.

El joven se acerco tranquilamente a la barra, cerca a un sujeto que habia visto llega antes que el, y dejaa que su cabello se secara un poco mientras observaba el recinto, decidiendo que pedir para beber...

-Leeloo... Aqui estoy =D

Dice alegremente aquella, en instantes anteriores, seria persona, sentada en la barra con tranquilidad. Le señala una de las banquitas, frente a la barra, para que tome asiento y le saluda con una sonrisa.

- Aun no pido nada... Hace mucho frio afuera verdad?

Lo dice con un tono alegre en la voz, pues realmente le gustaba esta clase de clima.

-No puedo quejarme. Me he mudado recien a la ciudad y ya puse el estudio de arte, dentro de poco empezare a llenar los murales y a terminar los oleos. Esta todo listo... Despues... Practicamente estoy durmiendo en el suelo por que aun tengo cajas por todos lados XD Me preocupe mucho por el estudio y no puse ni una alfombra, pero lo hare hoy antes de dormir, total, mañana no tengo que trabajar ni nada...

Al poco rato, tambien pide su bebida, una bebida extraña que se sirvio encendida en fuego y se hiba bebiendo con un popote, poco a poco.

-No te preocupes por el sillon, puedo pasar la noche en una bolsa de dormir. En cuanto a los murales, sientete en casa. El estudio estara abierto el proximo mes a partir de las 9:30 am, pero si gustas ir trabajando en algo desde ya, tocas el timbre y abro la puerta desde arriba, para que entres. Solo te recomiendo no dejar la puerta del estudio abierta, por que esta directamente hacia el pasillo y el jardin y no querras que los lienzos y papeles vuelen por todos lados por una ventisca inoportuna XD... como me paso a mi =_=... Estoy cansado de correr por todos lados persiguiendo papeles y recogiendo bocetos...


Tras unos instante, da un largo trago al flameante liquido, que no le causo daño pues lo bebio correctamente, de forma que el movimiento del liquido dentro de su boca, apagara las llamas antes de que le quemen por completo. Dejo su copa sobre la barra y dio tres golpes con los nudillos sobre el marmol... Para que le rellenen la copa nuevamente...

Y cuentame... como estan las mascotas? Aun sigues teniendo alguna?

-De acuerdo tomare el sillon. Debe entrar en mi auto, y asi aprovecho a conocer al perrito. Que edad tiene el animal?

Pregunta tranquilamente, mientras bebe otro poco de su nueva bebida, tambien servida en flamas. Mientras esperaba la respuesta, sacudio su cabello humedo, salpicandole un poco la cara a la muchacha, y riendose por la gracia. Asi mismo, un pequeño pendiente con la forma de una espada plateada, asomaba en su pecho, ahora descubierto por el repentino movimiento de su cabeza, que habia liberado la cadenita, de los ropajes negros del joven.

Nuevamente, las puertas de aquel espléndido y distinguido Café eran abiertas suavemente por una mano foránea, sin embargo, el ruido débil y característico de la campanilla que anunciaba el ingreso de un nuevo cliente al recinto era ahogado por el rugir de un imponente trueno que estremeció a más de un viandante aledaño al lugar, y es por esto, que la presencia de aquel individuo pasó inadvertida por un par de minutos. Caminó entre las mesas de madera del sitio con una postura erguida y un paso lento pero alargado, manteniendo una mirada desorientada que yacía parcialmente cubierta por sus párpados y unas hebras de su cabello negro que recaían sobre las facciones de su rostro impidiendo apreciar este en su totalidad. Sus atavíos oscuros se encontraban empapados, existía un poco de tierra húmeda impregnada en sus zapatos, y de su fisonomía en general un par de gotas descendían lentamente conforme avanzaba un poco más en su recorrido. A simple vista, aquel enigmático y errante sujeto parecía estar exhausto y hambriento, con un aire somnoliento rodeando cada confín de su cuerpo y de cierta forma, irrumpiendo con este también en el actuar de los demás clientes, era todo un misterio.

Finalmente, al haberse cumplido 10 minutos de su entrada al edificio, decidió tomar asiento sobre una silla de madera que acompañaba a una de las tantas mesas del espacio. Retiró cuidadosamente la chaqueta que vestía y la acomodó sobre sus hombros, era de un atractivo azul similar al del cielo nocturno. Luego, cruzó ambos brazos sobre la mesa y apoyó lentamente su cabeza sobre estos, actuando con un silencio y tranquilidad casi sepulcral. Sus párpados declinaban paulatinamente sobre sus ojos, hasta cubrir de manera íntegra estos y abismar a aquel extraño en un profundo sueño, tan profundo, que ni los mismísimos truenos del exterior fueron capaces de despertarle, ni siquiera el cautivante sonido de la lluvia al golpear contra el cristal de las ventanas pudo provocar el más mínimo desadormecer. En él, sólo se esbozaba una cálida sonrisa entre sueños. Había olvidado completamente la razón por la cual se adentró al Café, pero disfrutaba de una de sus actividades favoritas, la más placentera según él después de meditar arduamente, dormir.

Sus ocelos se abrieron con lentitud unos minutos después de que la comida fuese depositada sobre la mesa en la cual él yacía dormido. Se acomodó de forma parsimoniosa sobre la silla y con una de sus manos retiró la fracción de cabello húmedo que obstruía su visión, admirando así los alimentos frente a su persona, y sin ignorar la presencia de su servidor, agradeció silente y flemático a éste con un sutil ademán inclinando su cabeza hacia el frente un par de grados. Cuando ya se hubo retirado el camarero, tomó con cuidado los cubiertos que éste le había facilitado, y haciendo uso de ellos, probó un bocado de su comida y degustó lentamente esta en su boca antes de ingerirla por completo, su mecánica se extendió durante toda la cena, al igual que la tormenta que azotaba sin descanso a la ciudad. Se le veía sonriente, y con una regulfencia casi mágica en el iris azulado de sus ojos, en conjunto, un instante enigmático y atractivo.

Ubicó los utensilios recien empleados sobre el plato donde se sirvió su condumio, sin preguntarse en ningún momento quién le había invitado o por qué, simplemente consumió estos con naturalidad y luego dirigió su mirada hacia el exterior, maravillándose con los sonidos y colores que ofrecía el clima. Estuvo así un buen tiempo, con sus dedos cruzados entre sí y ambos brazos sobre la mesa, su mirada cautivada por el entorno y él con un silencio casi abrumador, no había pronunciado ni el más ínfimo vocablo desde su ingreso al Café, posiblemente no tenía nadie con quien platicar, puesto que desde un comienzo se encontraba a sólo y no daba señales de estar esperando a alguien, aunque para los expectadores, nunca dio indicios de una conducta normal, todo a su alrededor fluía normalmente pero aquel sujeto, provisto de las fragancias de la tempestad contigua, perseguía una línea completamente diferente de tiempo y espacio.

Premioso, decidió levantarse de su sitio de descanso y con una postura y pasos firmes, encaminarse hacia la salida del local. La chaqueta sobre sus hombros, de matices azulados y aparentemente costosa, se mecía despacio hacia los lados al igual que las hebras de su cabello. Su forma de movilizarse, la forma en la que procedía ante la más insignificante situación lo olvían un ser sumamente interesante, imponente y que de alguna forma al mirarlo directamente a sus ojos inspiraba cierta sapiencia en el resto, era un forastero singular, con propiedades y características que no se veían en la urbe común. Ya sólo estaba a unos centímetros de el umbral que separaba tan fiero temporal del más cálido y acogedor ambiente de los alrededores, todo indicaba que se atrevería a enfrentar las fuerzas naturales una vez más.

La fuerte y gélida ventisca nocturna imbuída con la fuerza indómita de la tempestad presente fue lo que invadió el interior de la sala al instante en que el joven en retirada decidió abrir la puerta. Los empleados y sirvientes del lugar cubrían sus ojos ante la potencia natural del viento, que levantaba servilletas, documentos y demás papeles por los aires con su fuerza, sumidos en la ventura que deparaba su compás. Un par de gotas de lluvia golpeaban el rostro de la clientela con suavidad, y un par de hojas secas de los árboles cercanos se adherían a sus vestimentas, una escena artística del confluír terrenal con la madre naturaleza, todo generado por la acción aparentemente deliberada del joven, quien perduraba su sonrisa al observar tan hilarante acontecimiento. Por simple inercia, la puerta cerró con cierto impulso que generó un estruendoso ruido, acompañado por el confortador sonido de la campanita, ninguna de estas resonancias estimulo los oídos de aquel jovial sujeto, quien con pasos alígeros se aproximaba a una mesa en especial, donde distinguió a una persona especial, única y muy diferente del resto, tan diferente que creía conocerla muy bien, y de hecho, sabía muy bien de quién se trataba.

Se posó a un lado de la dama tras caminar unos pasos, sin interrumpir su campo visual o alterarlo de alguna forma. Cerró sus ojos un momento y apoyó su mano derecha sobre la cabeza de aquella jovencita, y con sus dedos, jugó un par de segundos con sus cabellos, despeinándola en el acto. Ante todo estaba el silencio, absoluto por cierto, sólo se limitaba a acariciar aquella zona de la anatomía femenina, de una forma amistosa y abriendo sus ojos lentamente, apreciando las prendas oscuras que vestía la esbelta silueta, y el curioso orden de sus cabellos, sin duda era ella. Esperó a contemplar su reacción, callado a un lado, retiró su mano con cautela.

Y sonrió cálidamente en respuesta al ofrecimiento de su compañera, la miró fijamente a los ojos y suspiro mientras se dirigía a uno de los asientos vacíos de la mesa. Pero antes de hacerlo, y de una forma cuidadosa y oculta a los ojos de los extraños, golpeó suavemente el hombro de la joven con la punta de su dedo índice, tan sólo un par de veces y sin seguir un ritmo establecido, aparentemente. Se las ingenió para transmitirle un mensaje a su camarada, bajo el alfabeto del código Morse.

( Seamos precavidos. )

Tras aquel acto cauteloso, prosiguió a tomar asiento, acomodándose sobre el respaldo de la silla sencillamente se dedicó a formar curiosas figuras con las servilletas que tenía a su disposición, fingía estar aburrido mientras esperaba a la persona que señaló la dama hace algunos minutos. Una oportunidad de "trabajo", esa palabra tenía un valioso signficado para él, sabía los riesgos que conllevaba, las glorias y pérdidas que traía, afortunadamente, no estaba solo para enfrentar tales cambios, hace ya bastante tiempo que había depositado toda su confianza y gran parte de su fortaleza en esa pequeña. Sus párpados estuvieron a unos segundos de cubrir sus ojos, cuando depronto, sus pupilas se vieron dilatas casi a su máxima expresión, su respiración cambio levemente de ritmo y observó a su acompañante y luego a su alrededor, pudo sentir ese ligero cambio en el ambiente, ínfimo para algunos, pero para él, era el comienzo de otro jornada.

El tintineo de la pequeña campana que se encontraba sobre la puerta dio anuncio a la llegada de un nuevo cliente. Una figura vestida en una gabardina negra y que llevaba un bolso del mismo color se encontraba luchando en la entrada con su paraguas ya que la ventisca de la tormenta le dificultaba la tarea de cerrarlo. Luego de un par de minutos en que los presentes tuvieron que sufrir por las ráfagas gélidas y las dispersas gotas de lluvian que entraban al lugar, la persona pudo finalmente cerrar su paraguas, entrar al Café y cerrar la puerta. La chica liberó un sonoro suspiro y con su mano desocupada se quitó un mechón de cabello húmedo que tenía pegado en su rostro y que le dificultaba la visión. Su larga melena negra y su rostro estaban completamente empapados, al punto de estar goteando. Aparentemente la fuerza que adquirió la tormenta unos pocos minutos antes la tomó desprevenida mientras caminaba por la calle.

Uno de los camareros del local se acercó para ayudarle, pero antes de que pudiera hablar la joven le extendió su paraguas mientras le decía algo en voz baja. El muchacho asintió y señaló hacia una mesa donde se encontraban un joven y una chica que vestía de negro. La pelinegra murmuró su agradecimiento más otras palabras que debían de ser órdenes, ya que el camarero tuvo que asentir varias veces. Una vez terminada la conversación, la chica caminó hacia la mesa que le habían señalado. El chirrido que producían sus botas de cuero negro mojadas cada vez que pisaba el suelo le molestaba de sobre manera, pero igual sabía que lo mejor era ignorarlo. Ya frente a la pareja, Shiraki les saludó amablemente a ambos, todo junto con una sonrisa cordial y un leve ademán con su cabeza. Extendiendo su brazo derecho, la chica dejó sobre un asiento vacío que tenía la mesa el bolso que llevaba consigo. "Si me disculpan un momento, primero tengo que pasar al tocador." Dijo para ambos, pero en realidad su mirada estaba sobre la otra chica.

Sin esperar a que le respondieran, se dirigió al tocador. El camarero todavía se encontraba cerca y la escoltó hasta la puerta. Una vez dentro, el muchacho permaneció en la entrada del baño de damas, sosteniendo el paraguas de la señorita, como si fuera un guardaespaldas.

Movió su cabeza hacia ambos lados levemente, negando así la proposición de su compañera, tan sólo esperaba apacible el retorno de la joven y su integración a la mesa. Cruzó una vez más los dedos de sus manos entre sí mientras observaba las figuras que había construído con las servilletas al mismo tiempo en que meditaba sobre sus presentes y futuras acciones, y obviamente, luchando para no caer dormido nuevamente. Sus labios se movieron de forma débil y casi imperciptible en un intento de comunicarle a la joven sus sensaciones presentes y cómo él aprecia la situación actual, resumiendo todo esto en una simple pregunta, sin emisión de sonido, sólo esperando que leyese sus labios.

( ¿Podemos confiar en ella? )

Curiosamente sonrió tras formular aquella pregunta, y de forma casi consecutiva cerraba sus ojos, sumiéndose en infinitos pensamientos de diferentes aspectos, abstraido de los elementos distractorios de su realidad permanéció silente como de costumbre, esperando escuchar la respuesta de la pequeña frente a él o los pasos de la recien allegada al Café.

Luego de unos buenos 10 minutos, Shiraki por fin emergió de los confines del tocador de damas. Ya no llevaba puesta su gabardina, lo que la hacia ver menos llena y extremadamente delicada. Parecía alguien que nunca se había ejercitado en toda su vida. La chica de ojos violeta le pasó su gabardina al camarero que desde su llegada le había ayudad. Diligentemente, este se retiró con ambas piezas mojadas con la promesa de ponerlas en algún a secar. Aunque, de por sí, el paraguas ya había goteado lo suficiente para producir un pequeño charco y "secarse".

La vestimenta de Shiraki era una versión modificada de un uniforme escolar: una falda, que podía llamarse corta, de pliegues color gris, una camisa blanca de mangas largas y un chaleco negro con botones dorados. Sin embargo, no llevaba el usual lazo de color vivo, generalmente rojo, en el cuello de su camisa. También se le sumaba a su imagen sus pantimedias negras y las botas del mismo color que sin ninguna duda provocarían su expulsión de cualquier colegio ya que no formaban parte del uniforme. Su cabello negro, que había sido acomodado en una media cola, ya no estaba tan mojado como antes y de paso había adquirido una forma ligeramente rizada.

Considerandose presentable, la chica retomó el camino a la mesa donde se encontraban sus acompañantes. Detuvo su paso por unos momentos al volver a escuchar el insoportable chirrido de sus botas mojadas; Shiraki apretó sus labios con fuerza, obviamente diciendose a sí misma que dejara la situación como estaba. A pasos un tanto mecánicos llegó a su puesto, retiró su bolsó y tomó asiento. El camarero de hace un rato, luciendo un poco abochornado porque hasta él estaba sintiendo que lo estaban usando como sirviente personal, colocó frente a la jove una copa alta de malteada de chocolate con mucha espuma en la parte superior y unas cuantas galletas en el plato adyacente. Una elección un tanto extraña y disonante para el momento.

"Hola." Volvió a decir, como si la primera vez no hubiera sido suficiente. "Ren, no sabes lo alegre que estoy porque me apoyes en mi proyecto artístico. Jamás lo pensé de ti." Exclamó sonriente mientras tomaba una de las galletas y la mordía.