Un primer combate. (Privado con Umbra)

Cantidad de envíos : 202 Fecha de inscripción : 24/02/2009

El cielo se teñía de lívidos matices y un rojo escarlata marcaba el horizonte: la tarde moría y, en su agonía, se prestaba, una vez más, para ser escenario de un nuevo encuentro. El viento recorría suavemente el amplio jardín produciendo un eco tenebroso y escalofriante, ondeando las ramas de coposos árboles de cerezo en un vaivén de lamentos: el bello crepúsculo se avecinaba.

La oscuridad de una habitación continua al jardín revelaba la figura de una esbelta mujer, quien poseía tradicionales vestiduras japonesas: un kimono, dividido en una blusa negra que se confundía con las penumbras de una habitación sin vida, y un pantalón de la misma tela, pero de lúcido color.

La efigie de la mujer expectante de aquel panorama conmovedor reposaba sobre el marco de una puerta deslizante; bajo sus pies se hallaba el suelo de una carcomida madera; su pose delimitaba su estado: esperaba a alguien. De pronto, como si de una fuerza sobre natural se tratase, el viento sopló con gran ímpetu, empujando sus largas hebras de plata hacia atrás; sus grandes ocelos de iris carmesí se entrecerraron levemente, evitando, así, el fastidio que el mismo aire pudiera causarle.

Con su mano derecha, empuñó una de las dos espadas que poseía al lado izquierdo de su ser, una que tenía tsuka morada… Percibía la presencia de quien había acordado, con ella, darse un pequeño gustillo: satisfacer oscuros deseos de malicia y diversión.

¿Entraría por el apagado doujo de viejos tablones y escasas ventanas? ¿O se presentaría en el jardín de un espacio similar donde dos valientes árboles de sakura eran la única decoración? De cualquier forma, donde él quisiera que se diera el combate, ella acataría.

Tema: Acto I: " ÉL " Lun Abr 06, 2009 2:00 pm

Acto I: " ÉL "

** Con un último quejumbroso sonido, aquellos árboles se mecieron con fuerza y desesperación, desprendiendo un millar de bellos y diminutos elementos rosáceos que comenzaron una parsimoniosa caída dubitativa hacia el húmedo suelo, formando un flamante y hermoso tapiz digno para el pisar del más narciso de los reyes. Una lluvia de pétalos que en medio de su danzar letárgico enmarcan la escena y le da un toque de dramatismo al unísono que con el olor césped mojado, un delicado perfume se mimetiza con el ambiente propagándose en silencio y escabulléndose por todo el lugar, impregnando con su esencia todo aquello que es sugestivamente acariciado por el perfume inmaculado de una rosa que perdió si vida al ser bañada por la sangre de los caídos, tiñendo sus pétalos con el más glorioso de los matices oscuros. Fue así como el telón se abrió de par en par para mostrar como algunos de estos no caen sobre el tapiz, sino, por el contrario lo evaden y siguen levitando con autonomía y galante dinamismo, como si un infante etéreo jugase con ellos hasta que de pronto, aquellos pétalos cambian de forma abrupta su matiz, adquiriendo el color de la sangre y luego, el negro de la noche, que al caer por sobre los demás cerezos, estos se ven envueltos por un cáncer que les carcome uno por uno, variando sus pigmentos; variando su hermosura natural, al momento que se eleva efectuando una rotación centrifuga que pronto oculta en negra espesura lo que en su centro comienza a trasmutarse; que cual magnánimo preámbulo aumenta la intensidad del perfume, al instante que Él, sí, Él, hace su aparición en el centro de aquel tornado inofensivo que va apagándose hasta morir, dejando como resultado una nueva lluvia de pétalos negros que resaltan lo blanco de la piel de susodicho, y se mimetizan con la esencia de sus labios carnosos y brillantes y lo fino de sus prendas de gala. Fue así, como con sus cabellos largos y plateados como la Luna, alborotados por el viento endulzado hace su aparición, con porte tranquilo y despreocupado mientras admira la inmensidad de los cielos con ansias de poseerlos; con ansias de reinarlos. **

Cantidad de envíos : 202 Fecha de inscripción : 24/02/2009

Una vorágine de pequeños eventos se reprodujeron ante sus ojos, y los mismos revelaron la presencia de un hombre de funesto aspecto. Aquel ser no tenía nada que envidiar de la dama al frente suyo (a quien ignoraba por el encanto del Urano), pues poseía unas hebras tan largas y platinadas como las de la mujer.

Observó con gran detenimiento, examinó todo lo que pudo, buscando razón lógica a todo lo suscitado; sin embargo, al no poder hallarlo, un escalofrío le recorrió el cuerpo, enervándole la piel... Los frágiles pétalos de cerezo que caían adornando el renacentista cuadro donde se hallaba Umbra eran devorados vivos por ese cáncer etéreo.

Tomó una mejor postura.

- Pintoresco atardecer, ¿no lo cree? – se atrevió a decir, irrumpiendo al reinado del elipsis anterior al combate, a la par que acariciaba casi con ternura aquella tsuka de morada superficie con su mano derecha. Su mano izquierda se paseó hasta tallar la saya negra de aquella espada seleccionada y la tomó con la palma de tan nívea dermis como la de su rival.

» Arena de combate libre y un extra.
» Crucero. [ Privado con K y Sanada] No, no es un trío.
» Nombre: [En busca de una práctica][URM o CRR]