Inicia una época próspera, tiempo de renovar conocimientos, costumbres, hábitos y vidas. El Genzay retorna de su letargo para caminar de nuevo entre los seres que habitan las bastas tierras de Ea, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que piso tierra, que sus pulmones se llenaron de aire puro mientras sus pies sienten la humedad de suelo, la textura de las rocas, las gotas de rocío en el rostro antes que el flamante sol les retorne al cielo para formar la esponjosa nube que recorre el mundo. Sí, estaba de nuevo en ése bosque que tiempo atrás le significara momentos de gozo y pena, recuerdos gratos y amargos, amistades y enemigos, ése bosque sempiterno de árboles que parecen rozar lo alto del cielo con sus copas infinitas, las hojas secas recorren su vida en pensamientos con tal parcimonia antes de tocar el suelo que parece vivieran dos veces.
Y recorría el campo como si no existiera otra cosa, dejaba las manos encontrarse de nuevo con las formas y las sensaciones, la cera del árbol gigante, el pelaje húmedo de un lobo al alba, las hojas errantes que de tanto en tanto se mudan de paraje volando libres sin captor ni medio que les restrinja; El gran ciclo reboza en gracia y el sin nombre puede sentir de nuevo la honra de su esencia que le recorre el cuerpo, le llena de energía y gracia, le da la bienvenida de brazos abiertos.
Conocía bien cada ápice de esta indómita selva, estar de nuevo entre esos aires de vientos conocidos y aromas del recuerdo era casi como si volviera a ver, oh si, volver a ver. Recordaba la profundidad de la materia, los escalones de cada pagoda, el aspecto de la luna a media noche reflejado en el lago, el pequeño joven salmon que se elevaba río arriba presuroso por encontrar el camino a casa y realizar su pequeña gran hazaña; El gran oso aguardando paciente el turno a su festín, como si nada más viviera para ése instante en que la vida salta frente a sus naricez retándole su instinto y habilidades. Y en lo alto, cerca de sus ancestros, las aves majestuosas, pequeñas y grandes aladas que gobiernan un espacio de todos y de nadie, vigilando la tierra, recordandonos que somos uno mismo y podemos flotar en el mundo como un pez en el agua o hundirnos como una roca.
Sin nombre suele ser de pocas palabra, no más de las necesarias, no menos de las debidas, es su mente la que incesante labora día y noche cavilando en sin número de asuntos, a veces complejos, a veces sencillos; Se lee puede ver caminando por doquier, afición casi adicción, reconociendo sus propias facultades y carencias, aprendiendo de todo cuanto percibe, comunicandose con el universo en silencio, impertérrito y siempre atento a escuchar lo que le quieran decir.